7 de enero de 2014

love minus zero





abordar un nuevo trabajo como si fuera el último puede ser una postura excesivamente apasionada.
lamento a veces no tener más opciones para elegir. si las tuviera supongo que seguiría tomando el mismo camino. sobre un lienzo, sobre papel o sobre el ticket del supermercado. con acuarelas importadas o con el carbón que sobró del asado del domingo. lo que tiene que surgir, sucede. 
allí comienza el diálogo, tengo un libro de velazquez en la mano, una lámina pegada en la pared, y un lienzo nuevo y hermoso que me regaló una compañera del taller.
fueron encuentros intensos, pero muy dilatados en el tiempo. me cuestioné mucho, sufrí bastante, amé. amé con toda el alma. intenté verme. 

las pinturas también se agotan. pasan los meses colgadas en el taller.
cuesta, siempre y siempre y siempre, asumir ese momento en que ya nada va a cambiar,
cualquier pincelada va a estar de más. ya no hay ida y vuelta. ya no hay nada más que decir.

entonces uno pone la firma, como haciéndose cargo de la cosa. 

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